Siguiendo en la línea acerca de la misión curiosity, la cual no solo obligó a madrugar a los más interesados en ésta sino que logró despertar el interés por la investigación planetaria. El proyecto científico más ambicioso de la NASA en mucho tiempo, que ha supuesto miles de millones y ocho años de trabajo de un numeroso equipo de hombres y mujeres.
Y a colación del interés resurgido en la investigación espacial, se han alzado, como en otras ocasiones muchas voces a favor, y otras no tanto. Una de estas últimas, la de un gran científico, me gustaría compartirla con vosotros:
Quizá no lo falte razón, siendo científicamente ecuánimes. Sin embargo, el propósito de la Curiosity, al igual que sus compañeras anteriores, trasciende de un afán catalogador. No conocemos del todo nuestro planeta, y muy poco el fondo marino. Pero más allá de cuantificar, a veces lo que se pretende es responder preguntas. Sabemos que hay vida en la Tierra, en la superficie y también en el mar, a pesar de nuestros esfuerzos por acabar con ella. Pero no tenemos certeza de que exista vida más allá de nuestro maltrecho planeta. Se trata de responder preguntas que los humanos nos hicimos desde la Antigua Grecia. Estas cuestiones que fuerzan a emprender grandes proyectos y muy costosos, que no siempre cosechan sus frutos pero no nos empujan al desanimo sino a buscar de otro modo. Al fin y al cabo, en esto consiste la ciencia.